En una etapa fundadora del Estado argentino y a siete años de que Buenos Aires fuera declarada capital del país, el comisario de pesquisas José S. Álvarez preparó un libro de dos tomos, la Galería de ladrones de la Capital, que en 1887 fue publicado por la Imprenta del Departamento de Policía de la ciudad. Su prólogo manifestaba el objetivo institucional de fijar, por medio de la fotografía y la palabra, la identidad de doscientos delincuentes con el fin de que pudieran ser reconocidos en la calle por los agentes policiales. Griegos, españoles, italianos, franceses, austríacos, argentinos, brasileros, orientales y alemanes prusianos; impresores, zapateros, escultores, cigarreros, estibadores, tipógrafos, marineros, mozos de café y ex-vigilantes aparecieron mediante una foto y un texto que les asignaba un número, varios nombres y alias, una descripción física que incluía marcas y tatuajes, grado de alfabetización, nacionalidad, una o más ocupaciones, entradas en la comisaría, costumbres y grado de peligrosidad.