La primera consideración que creo precisa con el fin de mejorar las políticas de conservación de nuestros monumentos es la conciencia de que para ello es necesario tomar el problema en las manos. Infinidad de cursos, maestrías, especializaciones y congresos producen una masa de especulaciones de la más diversa índole, sin que a través de nada de esto se perciba la necesidad de encarar un programa de acción concreto, siquiera en el plano de la investigación.