En los últimos años se registró un incremento global del consumo de calorías y jarabes ricos en fructosa, hecho que contribuiría a la actual epidemia de obesidad y DMT2. La alteración hepática del metabolismo de carbohidratos y lípidos es, probablemente, la primera y más significativa consecuencia de estos cambios. La sobrecarga de fructosa promueve la acumulación de ROS con el consecuente estrés oxidativo (EO), que desencadenaría cambios metabólicos, insulinorresistencia (IR) hepática e inflamación. De ser correcta esta hipótesis, la administración de un antioxidante (α-ácido lipoico) prevendría el desarrollo de tales alteraciones.