Las colecciones de minerales en los museos son resguardos testimoniales de procesos geológicos y reservas de patrones comparativos. Un mineral preserva en su estructura cristalina, en su hábito o apariencia, en su color, y en otras propiedades, registros del momento geológico de su formación o también de procesos posteriores que lo hayan afectado. Por ello, un mismo mineral de localidades distintas puede presentar “rastros” de una historia geológica diferente. El canje entre colecciones provenientes de distintas regiones enriquece el valor de las mismas ampliando la representación de la diversidad de una misma especie.