La figura del retorno del héroe se ha repetido en la literatura durante siglos. La de un héroe en particular, Odiseo, también. Es así que en El viento en los sauces (The Wind in the Willows, 1908), la canónica novela de Kenneth Grahame, no es difícil encontrar similitudes, acercamientos, referencias o alusiones a Odisea. Desde el título del último capítulo "El retorno de Ulises" hasta sus personajes principales y las situaciones que experimentan, todo nos retrotrae a ese viaje al hogar que realiza el héroe que vuelve de la Guerra de Troya. Hay viaje, hay dificultades para continuarlo, hay peripecia, hay nostalgia, hay usurpadores del hogar que deben ser expulsados, hay regreso al fin, y hay gloria. Sin embargo, el escenario y el tiempo no son los mismos: ya no es el Mediterráneo clásico y sus islas, ni la Itaca ansiada, sino el Río y sus orillas, el "Bosque salvaje" y el "Ancho mundo", que se definen en un paisaje rural puramente inglés y de su época -el reinado de Eduardo VII, con su especial culto a la niñez, la nostalgia de la vida victoriana y las ansiedades causadas por los avances tecnológicos-. En el presente trabajo veremos que el protagonista tampoco es el mismo, sino que está partido en dos claros polos opuestos (aquí representados por el Topo y el Sapo), que hacían más humano al personaje homérico, al estar unificados, y en la novela que nos convoca comparten su amistad como dos entes independientes en la vida disipada de la campiña.