En el número anterior de maíz, decíamos que la potencia democrática de los proyectos nacionales y populares que supo parir nuestra región se hallaba amenazada por los intentos restauracionistas de unas élites que no articulan más demandas que las del sistema financiero internacional, los medios oligopólicos de comunicación y el Poder Judicial. También que, en Argentina, el cambio de Gobierno no apuntaba a otra cosa que a eliminar la política redistributiva desplegada durante doce años y a restaurar las ideas e intereses de las minorías que históricamente obstaculizaron la posibilidad de un proyecto político emancipador, por los medios que fuere: desde el terrorismo de Estado hasta los grupos de tareas de hoy, esos que Cristina Fernández de Kirchner definió como un trípode de denuncia mediática, clivaje político y sectores del Poder Judicial articulando todo.