Transitaron su labor cotidiana como profesionales de la salud en el Hospital Militar de Campo de Mayo. Con el retorno de la democracia, se presentaron voluntariamente a declarar, bajo múltiples presiones y amenazas. Esto los puso en un lugar difícil, pues se los acusó de encubridores o infieles a la ley militar. Pero la Justicia no consideró nada de eso. Sus testimonios permitieron conocer una verdad impostergable: que sí habían nacido niños y niñas cuyas madres estaban desaparecidas.