Desde hace más de cuatro décadas Manuel Vicent está presente en la vida cultural española a través de sus artículos de creación en diversos medios periodísticos y de su obra en libro ligada a los géneros clásicos. Su forma de intervenir en el espacio público se fue consolidando a la par que maduraba su registro personal y reconocible. Su singular lenguaje literario no se puede describir a partir en una batería de rudimentos estéticos, a pesar de que es dueño de un estilo refinado, bello y luminoso; antes bien, es preciso considerar la cohesionada trabazón de un universo poético construido a partir de un modo de contemplar la realidad e involucrarse en ella. No se encuentra el lector ante una obra surgida de una actitud contemplativa sino de un intercambio intenso con las cosas. Del acierto a la hora de convertir experiencia en escritura y no en páginas «intransitivamente literarias» —según la acertada expresión de Juan Cueto— deviene un ámbito de creación regido por leyes propias. Con palabras del mismo Cueto, hay un mundo Vicent al margen del género y del soporte, «haga lo que haga y escriba donde escriba». Este mundo particular tiene un importante sustento en un sujeto de la escritura de rasgos fuertemente autobiográficos que cultiva una mirada perspicaz y reacia a las interpretaciones rutinarias. Sea desde las páginas del libro o del periódico sorprende con perspectivas inusitadas y lo anima a reinventar el mundo.