Este trabajo propone el análisis de un episodio de la vida musical de uno de sus autores que puede entenderse como muestra del modo en el que las ontologías hegemónicas de la música, sus correlatos en las pedagogías musicales y la definición de los roles de los sujetos de la educación musical, condicionan los modos de transmisión y experiencia musical. En tal sentido el trabajo aborda la problemática planteada desde una perspectiva autoetnográfica (Ellis et al, 2015; Chang, 2007). Se proponen algunas características que encuadran la primera clase de instrumento como un rito de iniciación -según la actualización del concepto realizada recientemente por Segalen (2005)-. De tal modo, el rito marca el pasaje de estados que establece la diferencia entre los miembros de la cultura. En este caso la diferencia consiste en la marca de músico. En él el símbolo dominante (Turner, 1980) es el sistema de notación musical occidental. Se aspira a demostrar cómo dichas ontologías -música como objeto/texto/idea- materializadas a través del sistema representacional moderno (Shifres y Holguin, 2015), son introyectadas, habilitando así un proceso de semiosis colonial (Mignolo, 2009:2005) con otras ontologías musicales, condicionando por un lado la experiencia didáctico-pedagógica puntual, pero también el horizonte de sentido respecto de qué es hacer, saber y transmitir música, no solo en los ámbitos de formación musical, sino también a otros presentes en la vida cotidiana. El ejemplo abordado resulta elocuente de tal semiosis colonial, habida cuenta de que las prácticas musicales que caracterizaron la transmisión de conocimiento musical en el contexto de esa experiencia pedagógica, por orientarse hacia la música popular urbana, no consideraban la partitura como recurso didáctico o de producción artística, por lo que claramente aparece como símbolo en el escenario ritual.