La naturaleza ha nacido. Es poeta. Es mujer fecunda en los labios y en el vientre. Su espacio abarcador nos cubre el cuerpo desvalido de ternuras. nos conduce.. He allí el dilema. Dejarnos conducir por la poesía, por la utópica riqueza de la poesía. Por la belleza de las palabras a al servicio de la palabra. De sus sonidos cruzando las fronteras del noviciado para chavarse firmemente en los terrenos en donde se llevará a cabo el milagro.
Al leer Gotas de Plumas hallé que las ideas se habían liberado. Libres entonces, juegan a ser, a entregarnos las mejores propuestas y los mejores ideales.
En cada espacio se halla otro espacio. En cada línea resuelta o inconclusa, se hallan las razones de su escritura.
No necesitaremos frases habituales para determinar si en la poesía hallaremos tal o cual respuesta. Aquí no hay conclusiones, sólo hay principios, valor insustituible de la poesía. Comenzar de pronto en el medio de un caos y resultar ser el gran mar que baña las cosatas de todos los lectores. Pues vayamos al mar de Marcela Di Croce. En los oleajes están las barcas, en las barcas los marinos, en los marinos los ojos, en los ojos el sabor de la verdad y en la poeta el don de expresarlo.
Ha nacido la naturaleza. Aún joven y fresca. Mira a su alrededor y lo primero que halla es a una mujer sentada, sus espaldas al aire, su cintura de fuego, sus ojos -madres, sus manos la fuerza del nacimiento. Se observan e intercambian Pluma y gota- gota y pluma - gotas de pluma. Ambas acuerdan el equilibrio. De la misma gota volátil de la pluma nace la poesía.
Sólo un acuerdo tácito.
(del prólogo de Victor Hugo Valledor)