El fracaso de los proyectos revolucionarios, la instauración de gobiernos militares a lo largo del continente y las discusiones sobre la validez de las grandes narrativas del siglo XIX, que introducen la denominada condición posmoderna, suscitan en América Latina a finales del siglo XX una reelectura desmitificadora del pasado (Pons, 2000). En esta dinámica participan novelas como La muerte de Artemio Cruz (1962) de Carlos Fuentes, El siglo de las luces (1962) de Alejo Carpentier y Yo, el supremo (1974) de Augusto Roa Bastos. Tales novelas inauguran una serie signada por la revisión crítica del pasado en la que podemos inscribir las novelas La revolución es un sueño eterno (1987) de Andrés Rivera, La astucia de la razón (1990) de José Pablo Feinmann y La campaña (1990) de Carlos Fuentes. En el presente artículo observaremos filiaciones y oposiciones en el modo en que estas tres últimas novelas representan el objeto discursivo revolución.