Poner la vida al servicio de un Ideal, es la perspectiva idealista que propone José Ingenieros en su obra clásica de 1913 El hombre mediocre, donde establece los lineamientos generales de una “psicología del ideal” en la que funda su “sociología moral”.
El Ideal traduce un principio de la comunidad que tiende a objetivarse. Vinculado a la imaginación, su emergencia es el correlato de una actividad del pensar destinada a anticiparse a la experiencia.
Los ideales, verdaderas “hipótesis de perfección” entre un pasado conocible y un porvenir imaginable, aunque carezcan de verdad, se afirman como creencias que orientan el acontecer humano, conforme a un deseo de transformar lo real.
Ingenieros escribe para un mundo estallado, que había perdido toda seguridad en el rumbo, escribe contra la “engañadora poesía del pasado” empujado por la exigencia de un nuevo Zeitgeisten la postrimería de la Gran Guerra, 1914, y luego identificado a los ideales nuevos en conflicto con los viejos previo al tratado de Versalles en 1918.
Desde disciplinas como la psicología, la criminología y la sociología -bajo el signo del positivismo vigente-, construirá su “idealismo basado en la experiencia”, que redunda en una meritocracia como base natural del privilegio, cuyo reverso la mediocridad, no es más que incapacidad de los ideales en cumplir su cometido.
(Nota introductoria por Gabriela Rodriguez).