Resulta primario comprender que la escuela viene siendo objeto de fuertes cambios tanto formales e institucionales como socio culturales, que son de gran influencia orgánica. Es decir, que se reconocen procesos multidimensionales en los que emergen situaciones que no pueden ser entendidas sino en su interconexión y complejidad. Por lo que resulta a la vez un desafío y una aspiración trascender las explicaciones unidimensionales o universalizantes que resultarían reduccionistas. Lo que como dice Eduardo Restrepo “consiste en reducir a una variable o aspecto analítico (por ejemplo lo económico, lo social, lo cultural o lo discursivo, [lo técnico y/o lo instrumental]) las „explicaciones‟ ofrecidas” (Restrepo, 2011, p. 12).
Se pretende entonces discurrir, partiendo del reconocimiento de algunos contrastes emergentes en el escenario simbólico escolar, a partir del proceso de implementación del Programa Conectar Igualdad, entendido como umbral de pasaje1 que da pie a la condensación e institucionalización de nuevas prácticas comunicativas y pedagógicas en el ámbito escolar, que a su vez ponen en tensión un conjunto de prácticas, estéticas, discursos y horizontes culturales promovidos por la institución escolar.