La independencia de América puso en cuestión los grandes modelos políticos e ideológicos del siglo XIX. Prácticamente todos los contendientes manejaron los mismos argumentos, ya fuese a favor o en contra de la monarquía. Dominaban dos líneas argumentales. La de la soberanía popular tal y como se había desarrollado por los revolucionarios franceses, o la del absolutismo monárquico, como se había implantado en España durante el siglo XVIII. La incomprensión de una tradición política española nacida en el ocaso de la Edad Media, conocida como “monarquía hispánica”, y la asimilación de un modelo político afrancesado, favorecieron la fragmentación del territorio nacional.
La historiografía decimonónica, impregnada de ideales modernos típicamente nacionalistas, no pudo comprender que América se formó como el precipitado histórico de diversas culturas que lograron convivir y enriquecerse en un espacio concreto. El contraste entre los modos de expansión español, y francés e inglés, es grande debido a su mayor o menor capacidad para integrar la diferencia dentro de la unidad. Los modelos, tanto francés como inglés, tienden a ser excluyentes.
El objeto de este ensayo es presentar una tercera vía argumental utilizada por algunos liberales, como Jovenallos, más acorde con la tradición histórica de España, y que podría haber supuesto una alternativa interesante al absolutismo fernandino.