Desde fines de 2015, se instaló el latiguillo de la “pesada herencia”, que resume mucho de las estrategias de comunicación del actual oficialismo: no dice demasiado, se trata de dar por sobreentendido lo que se quiere decir, se repite incesantemente como una oración religiosa y se evita hacer referencias al contenido real de lo que se dice. Pesada herencia puede ser el cepo cambiario, la bajísima relación deuda externa/PIB, la inclusión de millones en el sistema previsional, los juicios de los buitres, las paritarias o los subsidios al consumo de electricidad y gas. No se sabe cuál es el contenido, pero, de modo global, remite a las malas condiciones que dejó el gobierno anterior y, en nombre de ellas, se obtiene justificación para hacer cualquier cosa… que no es “cualquier cosa”, sino que es un modelo definido, orientado a reinstalar las cosas en su lugar: recomposición de la rentabilidad de los sectores primarios exportadores, para algunas industrias de capital concentrado y para el sector financiero.