El colega cuya desaparición lamentamos era el último de los hombres de ciencia que Francisco P. Moreno había llamado de Europa para que se dedicaran a la investigación en el Museo fundado por él. Cuando vino a la Argentina, el doctor Schiller apenas tenía veintiséis años; sin embargo su reputación ya estaba sólidamente establecida, así que su designación para ocupar el cargo de jefe de la sección de Mineralogía y Geología en el Museo de La Plata contó seguramente con la aprobación de los entendidos.