Cuando nos preguntamos por comunicación y educación comunitaria y popular necesariamente creemos que debemos salirnos de los conocimientos especializados (institucionales, universitarios o escolares) para buscar las respuestas en el propio territorio. El territorio es el terreno donde las preguntas no son sólo preguntas como las que se hace un investigador externo, o un intelectual en su escritorio, sino el producto del diálogo que establecemos con una comunidad de la cual formamos parte, aunque a veces solemos abstraernos de ella, creyéndonos fuera o superiores a ella. Pensamos que, en medio de la complejidad social y cultural que vivimos, nosotros solos como comunicadores, educadores, podemos “pensar la comunidad”. Quizás el desafío es animarnos a mirar por qué carriles comenzamos a pensar e imaginar junto con (y no “para”) las organizaciones y movimientos sociales las maneras en que nos constituimos en un actor político.