En la década del treinta se creó, en la Colonia Guerrero (Ciudad de México), la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda. Dicha escuela contemplaba un modelo con dos turnos: el primero para la clase media y el segundo para la clase trabajadora. Esa división entre estratos sociales se disolvió ante la llegada de nuevos modelos de educación artística interdisciplinar. A partir de ese momento, se erradicó la posibilidad de incluir a la población de bajos recursos.
Por ese motivo, en la actualidad, el ochenta por ciento de los aspirantes a La Esmeralda son rechazados.
Ante esta situación, en el año 1999, surgió un proyecto alternativo institucional de arte y cultura, promovido por las políticas de izquierda, desarrollado por el Instituto de Cultura de la Ciudad de México, dirigido por Alejandro Aura. Así, emergió la Red de Fábricas de Artes y Oficios (FARO), un nuevo proyecto de política pública que tiene la intención de facilitar el acercamiento a las artes, los oficios y la cultura a jóvenes que se encuentran en territorio de exclusión y de problemáticas sociales.