La cultura contemporánea se arraiga en una compleja trama de múltiples ejes y de relaciones no lineales en la que confluyen una diversidad de lenguajes, medios, tiempos y proyectos. Si bien esta complejidad es la que define nuestros tiempos, no podemos dejar de reconocer que los proyectos del hombre tienen un asentamiento cultural desde donde es posible abrir el presente y proyectar su futuro. Por medio de la praxis, sedimenta su experiencia del mundo, mediante la producción de imágenes y de objetos que constituirán anclajes tanto materiales como simbólicos, y consigue, de este modo, su pertenencia y su identidad. Entre otros factores, nuestra época ofrece una intensa problematización de la figura tradicional del artista y del estatuto de la obra. La experimentación y la interrogación de los límites se entremezclan y producen un desbordamiento de lo artístico en sus formas institucionalizadas, mientras que lo estético se difumina más allá de las fronteras del mundo de las artes. Vivimos en un mundo en el que nuestra experiencia de las cosas, de todo tipo de cosas, se funde y se superpone con nuestra experiencia de las imágenes de dichas cosas. En tal sentido, este segundo número de Octante invita a reflexionar sobre la cultura visual, cuestión que atraviesa los textos de la sección «Opiniones», en la que los autores problematizan el tema en el marco de las asignaturas en las que se desempeñan.