Se cumplen cien años de la doble Revolución Rusa. Un proceso que, no sólo acabó con el imperio de los zares y lo reemplazó por el primer sistema comunista del planeta, sino que además, creó un nuevo actor internacional que marcó profundamente la historia, la política y las relaciones internacionales del siglo XX.
Este Imperio fue uno de los más poderosos del mundo. Desde tiempos inmemoriales, sus gobernantes adquirieron vastos territorios, dotados de recursos naturales extraordinarios y en los que convivían más de cien etnias.
Un Imperio euro-asiático que, desde el siglo XVII, fue uno de los grandes líderes de la Pentarquía Europea; la estructura de poder que manejó la política del continente hasta la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, y a pesar de su poder, hacia mediados del siglo XIX, Rusia empezó a debilitarse y se convirtió en lo que los historiadores denominan: un gigante vetusto, injusto y frágil.