La apertura política de principios de los años ochenta en Argentina propició el desarrollo de una historiografía que, en diálogo con otras disciplinas como las ciencias políticas y la sociología, comenzó a explicar el denominado proceso de “transición democrática”. En las últimas décadas, el debate académico se orientó a definir periodizaciones y proponer estudios comparativos para distinguir fases o etapas de la institucionalización democrática en América Latina y Argentina. Estas interpretaciones maduraron a la luz de las conceptualizaciones formuladas por Guillermo O´Donnell (2002: 311-332) sobre las transiciones latinoamericanas y las “teorías de la consolidación democrática”. En el caso nacional, las expectativas que generó el nuevo escenario político o como señala Catalina Smulovitz (2010:9-11), “la ilusión del momento fundante”, desdibujó la pervivencia de actores y prácticas con importantes cuotas de poder y recursos para minar las bases del régimen democrático y alentar un clima de conflictividad social. Progresivamente, la agenda de investigaciones se complejizó y alcanzó a las distintas dimensiones de los estudios transicionales. Por un lado, se desplazó el foco de análisis hacia los procesos que se gestaron en la etapa previa al cambio institucional; por el otro, se incorporó la variable subnacional y comparativa para matizar la trayectoria centralista de estos estudios.