La obra arquitectónica del maestro alemán, sin artificios ni ornamentos y su discurso estoico y lacónico, nos transmiten en su sencillez lingüística mucho más de lo que aparentan.
Sus propuestas poseen un verbo escondido que para entenderlo es necesario agudizar la observación. La aparente simpleza expresiva es una trampa donde podemos caer si estamos sedientos sólo de minimalismo. Sin embargo, la auténtica verdad no está allí, pues ese es el resultado de una búsqueda más exhaustiva, relacionada con la explotación de los medios técnicos e industrializados que la época le ofrecía en su momento. Imitar su lenguaje hoy es fomentar una ideología historicista postmoderna de la modernidad más que reconocer lo esencial de su ideología arquitectónica. Reflexionar sobre su ideario y traducirlo interpretativamente en los tiempos que nos tocan vivir es el objetivo. El compromiso con su época, sin dejarse llevar por las modas, es el punto de partida de sus reflexiones estando alerta y sabiendo discernir entre la verdad y la falsedad de los acontecimientos que cada momento histórico presenta.