Ante el pluralismo y la dispersión que sufre la arquitectura en la actualidad, es difícil sustraer el proyecto de soluciones pertenecientes a universos estéticos distintos -cuando no contradictorios-, debido a la falta de identidad de una práctica que se desarrolla impulsada por la inercia y orientada por doctrinas y movimientos que se suceden periódicamente unos a otros.
La larga serie de correcciones estéticas y operativas -inaugurada por el brutalismo a mediados de la década del sesenta- hace difícil abordar la concepción del proyecto moderno desde un marco coherente. No se puede confundir la modernidad con un conjunto de rasgos estilísticos ni de preceptos morales o ideológicos, sino que es preciso reconocerlo como un modo de afrontar y resolver la construcción de la forma con la consistencia que caracteriza su idea específica de orden.
Cimentar la arquitectura en una idea moderna de forma implica reconocer -aún hoy- que desde los inicios del siglo XX no se ha conseguido superar los modos de concepción visual que el arte moderno inauguró.
Debido a la ausencia de un sistema estético previo -como sucedía en el clacisismo- la acción subjetiva del arquitecto adquiere una relevancia particular en la práctica de la arquitectura. Sin embargo, este modo “subjetivo” de concebir -basado en valores que aspiran a ser universales- acaba produciendo objetos específicos dotados de una formalidad concreta que identifica la obra.
Si se quiere recuperar la dimensión ordenadora propia del proyecto moderno, es fundamental establecer con claridad el marco en el que se inscribe su práctica. Para ello es preciso esbozar los fundamentos estéticos de la modernidad -ámbito cultural de la arquitectura de hoy- para que el proyecto recupere la capacidad “formativa” que caracterizó a la arquitectura de los dos primeros tercios del siglo pasado.
El curso se centrará en la identificación de los valores de la modernidad arquitectónica, sus orígenes en las vanguardias constructivas de principios del siglo XX y su relación con los criterios de proyecto que responden a una idvea abstracta de forma, haciendo especial hincapié en los materiales de la arquitectura, como elementos básicos de un proyecto que, en la medida en que se basa en la experiencia, puede superar el impulso primitivo de la originalidad para alcanzar los objetivos supremos de la coherencia y la calidad.