En el marco histórico-teórico de la arquitectura, Duiker ha sido una personalidad relativamente libre de las tendencias establecidas en su propio país. Nos referimos a las Escuelas de Ámsterdam y Rotterdam. Su autonomía se debe, por un lado, a que supo alimentarse y simultáneamente mantener distancia respecto de la sintaxis del ladrillo, característica principal de la Escuela de Berlage y de la tradición holandesa.
Y, por otra parte, de la tendencia vanguardista Neoplástica “de Stijl”, de van Doesburg, Rietveld y Mondrian. Su libertad intelectual y creativa le permitió asi mismo evolucionar con un sello personal, sin ignorar la arquitectura de los maestros de la primera generación de la modernidad tales como Wright, Le Corbusier o Perret o los alemanes Behrens, Gropius, y Mies.
Su fi losofía y su obra podemos incluirla dentro de la tendencia funcionalista holandesa “Nieuwe Bouwen” o “Neue Sachlichkeit”2 en la que participan arquitectos como M. Stam, J.B. van Loghem, J.A. Brinkman y L.C. van der Vlugt entre otros, quienes se inspiraron en la idea de arquitectura internacional, en las vanguardias elementarista y constructivista rusas, en las nuevas tecnologías del hormigón, el vidrio y el metal. Impregnados de ideales socialistas intentan desarrollar una arquitectura que responda servicialmente a las necesidades básicas del hombre.
La arquitectura de Duiker detrás de una sencillez superficial encierra un rico y complejo repertorio de detalles formales, funcionales y constructivos. Sus edificios, aunque no pocas veces son asimétricos, resultan morfológicamente claros y rigurosamente funcionales, expresando así, una atractiva plasticidad de discreta organicidad y ligera deformación.
Su postulado era el bienestar social antes que el personal, y la salud humana en la arquitectura aún más que el bienestar. En este sentido Duiker fue un forjador de ideales, no pocas veces ausentes hoy en nuestra sociedad formalista y consumista.
Su postura señala un camino, el de servir, el cual muchas veces por egocentrismo olvidamos. A partir de allí viene lo esencialmente bello. En consecuencia, aplicó su talento al desempeño de esa misión trascendental.
A pesar de su temprana muerte logró expresar su ideal y dejarlo sellado con arquitectura construida para quien filosóficamente lo quiera seguir. Su trabajo completó las iniciativas de su inspiración, su obra arquitectónica fue el gesto que legitimara el ideal de su intención. El ideal del servicio social a través de la arquitectura gravitaba en su espíritu; tenía la clarividencia de su propio ideal, y de esta intención construyó el gesto, los edificios que lo caracterizan. Ellos son los que han impedido el marchitamiento de sus genuinos objetivos filántropos, los que en mayor o menor medida todos sordamente incubamos y muchas veces, por ansiedad frente a lo contingente, la miopía hacia lo elevado o el temor a caminar en soledad, ignoramos o enterramos.