Las enseñanzas de nuestra disciplina y sus tradiciones institucionales requieren de discusión crítica, configurando tópicos que deben ser identificados, expuestos y revisados.
Los nuevos paradigmas en relación a los procesos de enseñanza y de aprendizaje, que irrumpen con sus postulados y disputas teóricas en el siglo pasado y hasta la actualidad vienen intentando consolidarse en experiencias institucionales concretas, devienen trascendentes y avanzan obligando a replantear la propia idea de universidad, de las prácticas académicas que en su seno tienen lugar y de las relaciones que con la sociedad y el Estado la misma articula, proyectando hacia el futuro nuevas peripecias y nuevos desafíos, que al interior de las Facultades de Derecho deben desde ya incorporarse a la agenda más actualizada.
Ello, en un proceso permanente de producción colectiva como modo democrático de entender y actuar en las instituciones públicas de educación superior, en que profesores, estudiantes, responsables de gestión, trabajadores de nuestra Facultad y graduados, van constituyendo una urdiembre de saberes y prácticas genuinas para el intercambio, que analizadas y revisadas de modo espiralado –desde las concepciones e intereses a las experiencias y puestas en acción concretas, y viceversa– nos permiten avanzar en esfuerzos innovadores.
De lo que se trata, en este pretendido camino de cambio y mejora, es de hallar los significados compartidos que nos permitan una superación de las prácticas naturalizadas y reproducidas por mera tradición disciplinaria e institucional, que funcionan obturando alternativas y achicando horizontes.
En definitiva, impulsamos estos tiempos de reforma y actualización en nuestra Casa de Estudios, produciendo la normativa institucional necesaria y promoviendo las prácticas académicas en consonancia, con el imperativo de repensarlas, consientes que la reforma más que un cambio de asignaturas y correlatividades en el Plan de Estudios requiere una transformación de las culturas académicas vigentes.