La palabra clave que une al arte, a la arquitectura y al paisaje es, en mi opinión, la palabra espacio. El espacio, aunque contrario de la palabra forma, es indisociable de la experiencia de la arquitectura. Ciertamente, existe una forma del espacio, pero en sentido común, la forma reclama un tratamiento exterior bastante más importante que un tratamiento interior; reclama al objeto y la objetualidad.
El interés privilegiado por el espacio marca una distancia respecto a la objetualidad de la arquitectura, haciendo hincapié en sus aspectos topológicos, vivenciales y finalmente en los usos.
La forma (objetual) no requiere de por sí el uso o la experiencia (vivencial) puede llevar al límite la observación o la contemplación. El espacio presupone el uso y la experiencia vivida con más fuerza, poniendo en escena no tanto el sentido de la vista, sino también el tacto y los otros sentidos formando una experiencia sensorial completa.