El libro de Gisèle Sapiro —cuya publicación original en francés data de 2014— parte de una hipótesis susceptible de poner en discusión: la sociología de la literatura adolece de una “falta de institucionalización” que “contrasta con la riqueza de los trabajos producidos en su ámbito desde hace medio siglo” (p. 15). Quien lee no sólo infiere que este volumen se propone subsanar, a la manera de un “programa”, la carencia señalada, sino que también se pregunta cuáles serían aquellos ámbitos en los que debería “institucionalizarse”: ¿como espacio curricular/disciplinar en la formación universitaria?, ¿a través de publicaciones especializadas?, etc. Para la autora, “la sociología de la literatura ha tenido que vencer la resistencia a la objetivación basada en la creencia en la naturaleza indeterminada y singular de las obras literarias. Demasiado 'sociológica' para los literatos y demasiado 'literaria' para los sociólogos…” (p. 15). Para la reseñista, la primera impresión es la de un cierto anacronismo: ¿cuáles son los estudios de referencia que aquí se llaman “literarios”, o desarrollados por los “literatos”? ¿los análisis filológicos, los de corte estructuralista, el biografismo? Parece en efecto que Sapiro —graduada en Literatura Comparada y Filosofía en Tel Aviv, luego discípula de Pierre Bourdieu y Doctora en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales— considera como propios de los estudios literarios enfoques cualitativos “tradicionalmente usados” en la disciplina, como “análisis de documentos, estudio del contenido de las obras y/o de las críticas” (p. 16). Desde esta perspectiva, todo el estudio se propone superar lo que entiende como una dicotomía entre el “análisis interno” y el “análisis externo” de los fenómenos literarios.