Bajo un epígrafe, por muchos motivos paradigmático, del poeta francés Edmond Jabès (“Es lo que no se ve lo que nos permite ver” (porque) “La clave es, sin duda, la carencia”), el libro de Gustavo Lespada, que recibió el Premio a las Letras 2016 en la categoría de ensayo literario, inscribe de entrada a Felisberto Hernández en la relación siempre problemática entre, por un lado, los procesos de creación artística (en tensión con la constitución de la figura del intelectual) y, por otro lado, los medios precarios, escasos o nulos del entorno tal como ha sido en América Latina casi la norma. Esto se refiere a la escasez de medios materiales como la situación corriente de los artistas latinoamericanos que no provenían ni de la elite que acaparaba recursos económicos y capitales simbólicos ni de las familias acomodadas en ese pasaje entre una mentalidad hidalga a la mentalidad burguesa sino de aquellas familias de incipiente clase media que habían podido acceder por medio del trabajo (o la universidad) desde fines del siglo XIX y comienzos del XX, a los bienes culturales gracias al proceso (aunque desigual) de las democracias en el continente.