La actividad que hemos desarrollado como sociedad nacional -esa mezcla de elecciones formales con cotidianeidades libertarias e identificaciones culturales de lo solidario humano- en este largo discurrir logrado desde diciembre de 1983 no ha sustituido la hegemonía del egoísmo primordial sobre cualquier proceso colectivo, efectivamente solidario en cualquier situación (mucho menos en aquellas que potencialmente nos rocen la piel nada metafórica de lo familiar directo). Hay núcleos militantes que, al demostrar por la excepción lo contrario, son símbolos de todo lo que aún nos adeudamos como sociedad democrática: las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas, HIJOS, los principales centros de ex soldados conscriptos combatientes en Malvinas, las vidas ejemplares de Osvaldo Bayer, de Adolfo Pérez Esquivel, de León Gieco, de Miguel Ángel Estrella, de Víctor Basterra… Pero no es suficiente con su Resistencia.