El mantenimiento de la salud intestinal es complejo y tiene sus bases en un delicado balance entre la clase de dieta, la flora comensal intestinal y la mucosa, que incluye el epitelio digestivo y la capa de moco gástrico que lo recubre. Interponiéndose en este equilibrio, se encuentra la presencia de bacterias entéricas potencialmente patógenas, su proliferación y su actividad metabólica, las cuales pueden perturbar la función digestiva, conduciendo a diarrea, tasas de crecimiento pobres e incluso la muerte. Esta clase de infecciones entéricas son comunes en lechones y otros animales de temprana edad (Montagne et al., 2003).
La dieta tiene una importante influencia en la salud intestinal, pudiendo provocar tanto efectos beneficiosos como perjudiciales en el animal. La fibra dietaria es el componente al cual se le adjudica una de las mayores capacidades para realizar modificaciones en el ambiente intestinal (Montagne et al., 2003). Se trata de una heterogénea clase de compuestos que no son hidrolizados por las enzimas digestivas de los animales no rumiantes, y consecuentemente son los sustratos principalmente utilizados en procesos de fermentación bacteriana en el colon.
Hasta hace unos años, se consideraba que la fibra era un factor negativo en los alimentos para lechones en primeras edades. Los alimentos de iniciación existentes en el mercado poseen por lo general bajos contenidos de fibra bruta y el cambio de un alimento a otro con mayor contenido fibroso resulta a menudo en reducción del consumo, una menor digestibilidad de nutrientes y un aumento en la incidencia de episodios diarreicos (Mosenthin et al., 1999). Sin embargo, estudios recientes han demostrado que no siempre la fibra es la culpable de esta clase de procesos (Gill et al., 2000), siendo en varios países una práctica cada vez más frecuente incluir fibras solubles e insolubles en alimentos balanceados para lechones con el objetivo de reducir la problemática digestiva en destetes y transiciones (Lizzardo et al., 1997; Gill et al., 2000; Schiavon et al., 2004; Mateos et al., 2006). Existe discrepancia entre los resultados obtenidos por parte de los distintos autores en base a los beneficios o perjuicios de la inclusión de fibra, y hoy en día no hay consenso entre los investigadores acerca del tipo de fibra a incluir en los alimentos de primeras edades ni en la duración temporal de dicha inclusión.