Este número de Estrategias podría llamarse también “La injusticia del derecho y del revés”. No suponemos que justicia e injusticia son anverso y reverso de medallas ni monedas, ni que respondan al mismo parámetro. No suponemos que tengamos derecho a ser felices, ni que la existencia desgraciada sea una desviación del orden natural. Por eso, la pertinencia de la carta que envió Gandhi a la Unesco cuando fue consultado para la redacción de la nueva Declaración de los Derechos Humanos y de las cartas-poemas que el poeta irlandés y monje agustino P. Daly escribe al bajo cielo.
La queja de Daly, más que una denuncia, es un enfrentamiento, una confrontación. Daly pone de manifi esto una situación, una relación de poder: Daly habla con Dios. Le habla de un dolor y una desgracia infi nitos y sueltos de motivos, interminablemente injustos y carentes de causas. Encara a un juez que permite o efectúa el mal, a un creador que se desentiende de sus creaturas, a un insondable Señor que no responde, a un rey que mandó a sus enviados al mundo sin mensaje alguno.
Como Nietzsche, afi rma que la vida no es justa. Como él, no cesa de amarla.