Durante los últimos años, los estudios sociales de la música han cobrado notable relevancia en el campo de las ciencias sociales. Esta constitución, lejos de haber derivado en la estabilidad del objeto, ha conducido a un constante diálogo -con disputas e intereses siempre presentes- con otros campos disciplinares. Los encuentros entre la sociología, la antropología, la historia y la musicología muestran, así, la necesidad de concebir la música como un objeto sonoro, colocando el énfasis en su especificidad, y como un habilitador de lo social, enfocándose en su capacidad para generar acción.
En este sentido, la tarea de sistematizar aquí los aportes en torno a este campo ha constituido un doble desafío. Por un lado, implicó seleccionar aquellas perspectivas que priorizaron el estudio de la música entendiéndola como un objeto cultural capaz de estructurar y orientar la acción social. Por otro lado, supuso elegir aquellos trabajos que, antes que preocuparse por el lugar de las mujeres en la música, se abocaron a pensar cómo ésta constituye una herramienta que permite construir subjetividades en torno al género.
De este modo, la propuesta del dossier se enmarca en una perspectiva analítica que, proveniente de la denominada sociología de la música, permite situarla como un objeto pasible de ser estudiado desde las ciencias sociales. La clave reside, pues, en ver cómo estos objetos y las interacciones que de ellos se derivan, habilitan formas específicas de hacer, pensar y sentir. La música se constituye, al mismo tiempo, como práctica social y medio sobre el cual se construyen las relaciones sociales. En síntesis, posibilita la agencia de individuos que, lejos de estar solos o ser el centro del análisis, están inmersos en una trama compuesta por otros individuos y por una multiplicidad de mediaciones.