La comunicación, de forma general, se entiende como un proceso y un fenómeno social que se recrea en la emisión, recepción y uso de los mensajes, la cual atraviesa todos los campos de la vida humana (Mora y Araujo, 2005). No obstante, cuando se trata de política el espacio se complejiza, dado que conviven discursos contradictorios tanto de los políticos, los medios de comunicación, la opinión pública y otros influyentes, así como de actores periféricos y excluidos de los debates. La comunicación política es un esquema en tensión y lucha en la que los actores son asimétricos en cuanto al poder que representan (Wolton, 1992). Ahora bien, con el surgimiento y avance de Internet y las redes sociales, el mundo digital se empieza a considerar cada vez más como un entorno donde también se gestan procesos interactivos, de comunicación y socialización en donde todos los actores pueden intervenir. Los influenciadores políticos hacen uso de su autoridad social fuera y dentro del universo virtual para impactar en el discurso público y para volverse visibles en el campo de la opinión pública. En estos múltiples procesos de transmisión de información, en la que la información se centra en un pequeño número de usuarios e impacta masivamente en las redes, los mensajes políticos en las redes sociales construyen narrativas colectivas, individuales y comunitarias (Calvo, 2015).