La identidad del músico que se construye en la producción sonora es un aspecto de relevancia en la experiencia temporal de la música como acto (Cook, 2003; Taruskin, 1995). La dualidad mente-cuerpo divide la experiencia musical entre los aspectos objetivables y las sensaciones subjetivas, en detrimento del lugar del cuerpo y a favor de los procesos cerebrales. El lugar que ocupa el instrumento en ésta concepción es el de una materia sin vida bajo las órdenes de un cerebro a través del cuerpo del músico como mediador. En este trabajo se considera la relación entre el músico y su instrumento como una totalidad de pensamiento durante la performance musical. Para esto, se considera la corporeidad del acto musical en la cual el instrumento (i) adquiere una identidad viviente en relación al músico o (ii) está integrado a la percepción del esquema corporal del músico como una totalidad, debido a la energía física implicada en la producción sonora.