El progreso de una comunidad es un fenómeno complejo, donde actúan y se articulan una serie de factores de los más diversos, y es necesario reconocer esa complejidad para poder incidir positivamente en él.
Los territorios y sus comunidades buscan ese progreso multiplicando fortalezas y resolviendo debilidades, aprovechando oportunidades y asumiendo riesgos. Y en este proceso, para transformar ventajas comparativas en ventajas competitivas, ya no es suficiente una buena accesibilidad, la cercanía a los grandes centros de consumo o una gran obra de infraestructura.
Es imprescindible desarrollar aquellas ventajas que una comunidad es capaz de generar por si misma, como la organización, el compromiso, la orientación, la comprensión, la capacitación, el conocimiento, la calidad, la continuidad, la creatividad, la competencia, la investigación, la innovación, la información, la comunicación, la difusión y hasta la mencionada identidad (por eso de que lo que es propio y exclusivo difícilmente tenga competencia).
Es así que el diseño de una Estrategia de Desarrollo Local comprende no sólo al crecimiento Económico (herramienta de la que dispone la sociedad para mejorar su calidad de vida), sino y fundamentalmente al Soporte Ambiental sobre el que se asienta esa estructura económica, y al Medio Social al que sirve, o debería servir y que conforma la oferta del territorio.
El eje de esta reflexión, así como de los aportes que integran este primer documento del Observatorio de Calidad de Vida de la UNLP, es la búsqueda integrada y sistèmica de la calidad ambiental del territorio (comprendiendo los actores físicos, sociales y económicos) como plataforma competitiva que posibilite el progreso local.