Históricamente, la Escuela, como institución, fue un punto de encuentro para los infantes que venían a recibir la tan anhelada educación y formación, para ser los ciudadanos del mañana. Ese noble proyecto moderno, que permitió la perpetuación de esta organización por más de dos siglos, comienza a mostrar algunas grietas y desfasajes. Es harto complicado negar, por más voluntarismo romántico que nos embargue, que estamos inmersos en una crisis de sentido, donde los valores que permitieron erigir un modelo de sujeto, moderno, civilizado, racional, formado bajo los lineamientos y preceptos de la corriente Iluminista, van perdiendo peso específico.