Actualmente, en Argentina, la educación superior se concibe y desarrolla a partir de una idea rectora: la función social que las universidades deben cumplir a la hora de concertar políticas públicas con políticas y estrategias institucionales para orientar la enseñanza y la investigación. De esa forma entendemos hoy el rol que concierne a la universidad dentro de la comunidad en la que se encuentra.
Nuestras universidades deben tener como objetivo prioritario la reafirmación del lugar de conciencia crítica que les corresponde, como foro no solo de educación, sino también de cultura y transferencia de conocimientos, para generar espacios de investigación y recuperación de los saberes de las propias comunidades, en lo que atañe a los principales problemas que afectan a los hombres y mujeres de nuestro país, tales como la exclusión, la pobreza, la educación, la salud, el desarrollo económico, el medio ambiente y los derechos humanos. Se trata de renovar los fines, modernizar los métodos de enseñanza-aprendizaje, elevar su rendimiento e indagar sobre las necesidades del entorno social y ponerse a su servicio. La universidad tiene que convertirse en uno de los actores principales de anticipación del futuro, en las ciencias y las artes, propiciando así los cambios y avances en todos los terrenos del saber. Por esto mismo, debe desarrollar su capacidad para dar respuesta a las necesidades y los objetivos de progreso de la sociedad con el fin de contribuir a la elaboración de modelos integrales de crecimiento económico, desarrollo sustentable y equitativo.