En el año del bicentenario de la Revolución de Mayo, un nuevo número de la Revista de la Universidad nos convoca a imaginar diferentes caminos hacia el siglo xxi; invitándonos, así, a hablar del porvenir en un presente de crisis, de transformación e incertidumbre que Argentina parece dispuesta a conjurar. No obstante, y a pesar de esta vocación de sustraerse a los efectos del derrumbe de las economías de los países desarrollados para pensar un camino propio, es indudable que no es fácil proyectarnos hacia un futuro que hoy no aparece como ese faro resplandeciente que otrora fuera capaz de guiar con certeza nuestras acciones.
Al inicio de una obra muy estimada sobre el siglo XX, el historiador Eric Hobsbawm, reproduce las palabras del músico contemporáneo Yehudi Menuhin, bien cargadas de definiciones que señalan una advertencia para el siguiente siglo: “Si tuviera que resumir el siglo XX, diría que despertó las mayores esperanzas que haya concebido nunca la humanidad y destruyó todas las ilusiones e ideales”. El fracaso de los grandes proyectos de transformación como, asimismo, el horror suscitado por las experiencias totalitarias debilitó significativamente la fascinación que las utopías por un mundo mejor ejercieron como guías de las acciones de los hombres del siglo pasado.