Adelantar los servicios de las vaquillonas, implementando sistemas de entore a 15 meses de edad es una forma de mejorar la productividad de los rodeos de cría. Para lograr un planteo exitoso es necesario que las vaquillonas hayan alcanzado la pubertad antes de iniciar la temporada de servicios donde la genética y la alimentación juegan un papel central. En este trabajo se evaluó el impacto de una recría pastoril en el crecimiento de las vaquillonas y en la proporción de vaquillonas ciclando al momento del servicio. Se encontraron diferencias en la forma de las curvas de crecimiento, con diferencias en las pendientes de las curvas hasta los 289 días de edad y una menor proporción de vaquillonas ciclando, en hembras alimentadas en un sistema de pastoreo controlado con un aumento diario de peso de 0,58 kg/d comparada con una recría ad-libitum. La diferencia en el número de vaquillonas ciclando podría originarse en restricciones puntuales de la alimentación durante la recría. En otro ensayo se encontró, mediante el uso de modelos de supervivencia, un mayor riesgo de pubertad asociado al genotipo TT del marcador IGF-SnaBI, si bien el efecto más importante como factor de riesgo asociado a la pubertad resultó el peso. Por último, se determinó la correlación genética entre la precocidad sexual en hembras, medida a través de la edad al primer parto (EPP) y fecha de primer parto (FPP), con la circunferencia escrotal (CE) medida a diferentes edades en un rodeo comercial. La correlación genética entre EPP y CE resultó mayor a edades de medición más temprana, constituyendo un carácter para seleccionar a los machos y mejorar la precocidad sexual en las hembras. Por otra parte, EPP permitiría a través de una mayor heredabilidad un progreso genético más rápido respecto a FPP.