El propósito de este artículo es interrogarse sobre las características de las relaciones que protagoniza el romance desde el ámbito de la oralidad hacia el de la escritura y su retorno a la transmisión oral (o por lo menos vocalizada), en un período establecido, los siglos XVI y XVII, en función de determinadas interrelaciones culturales e ideológicas. En este sentido, parecería que en el siglo XVI, cuando el romance se incorpora a la producción poética escrita, se opera una transgresión, una especie de invasión triunfante de las prácticas orales hacia la cultura institucional, para construir un espacio entre sus filas y regresar victoriosas a la tradicionalidad de la cual habían partido. Esta afirmación inicial debe ser relativizada, ya que dicho movimiento de apariencia ascendente (desde lo tradicional hacia lo “culto”), podría pensarse en realidad a la inversa, como un movimiento descendente (desde lo “culto” hacia lo tradicional), operado a partir de la apropiación que efectúa el ámbito institucional-académico de un género tradicional con la intencionalidad de utilizarlo como un vehículo de transmisión de determinados mandatos.