El actor Dana Carvey (co-protagonista de “El mundo según Wayne” junto a Mike Myers) oficia de presentador en los MTV Music Awards de 1992. Está firme, mirando a cámara y sabe que le toca una bien difícil: hablar antes de la participación de Nirvana, la nueva esperanza de la cultura rock a escala global. La gente aúlla, grita y aplaude. El tipo, ahora un poco menos rígido y con alguna que otra mueca, anuncia el nombre del grupo. La cámara enfoca directamente el escenario, pero la música no comienza. Se escucha un redoblante desfasado y la voz de Kurt Cobain entonando una canción desconocida hasta el momento. “Rape me, rape me” (“Violame, violame”) dice mientras toca la guitarra con languidez. El público mueve las manos, muestra cierto júbilo, pero a los pocos segundos cambia euforia por desconcierto. Cobain, de golpe, deja de tocar. El silencio se hace eterno y el show en vivo se convierte en una amenaza. Aún sin palabras, el líder de Nirvana calma las aguas y arremete con uno de los temas más conocidos de Nirvana: “Lithium”. Las cosas vuelven a su cauce, aunque solo por esa noche. Al día siguiente, los medios critican fuerte la actuación del grupo y piden sanciones. “¿Qué es eso de hablar de violación en plena fiesta?”, se preguntan. “Cobain no representa a nuestra sociedad”, se contestan. La cadena MTV pide disculpas, la banda decide no dar respuestas, sus integrantes vuelven a estar en boca de todos y todas, y la figura disruptiva de Kurt comienza a resonar en el mundo del espectáculo. Su decisión de cantar algo “indebido” y fuera de lo esperado no solo hizo transpirar a los organizadores del evento televisivo sino también generó polémica con una temática absolutamente invisibilizada: la cultura de la violación.