El término paisaje ha ido cambiando su significación a lo largo de la historia, ampliando su universo semántico de aquella primera condición más restrictiva que lo ceñía a lo netamente artístico. Con el paso del tiempo ha dejado su lugar secundario o de “fondo” tan vinculado a ideales de belleza – camino para alcanzarla –, para convertirse en objeto de interés primordial y medio de acción esencial para entender la configuración del territorio. Fruto del acoplamiento cultural, su entendimiento como estructuración socio-espacial pasa a ser medio de transformación y de acción afectando la realidad que nos rodea. Antes era el paisaje un motivo más a “representar” como paso previo e ineludible en la búsqueda de una belleza, sólo posible a través del encuentro hombrenaturaleza; hoy por el momento cultural que vivimos acontece lo inverso. Es decir, a través del paisaje podemos “lograr una mirada”, rotando así el punto de vista permanentemente. Un sinnúmero de experiencias lo demuestran como bastimento en un abanico que va desde los estudios de paisajes culturales hasta el paisaje como producto de consumo, pasando por lo patrimonial o geográfico por mencionar solo algunos.