Durante el siglo XXI el campo de análisis de las prácticas corporales ha evidenciado un amplio crecimiento. Las nuevas formas de decir y comunicar mediante el cuerpo han sido objeto de diversos estudios que se propusieron dar cuenta del fenómeno social y cultural que comenzaba a vislumbrarse. Cachorro & otros (2010) expresan que “las prácticas corporales se producen en un intercambio y mutua afección, muchas veces conflictiva, con otras prácticas. El resultado de esta relación es una hibridación de capitales corporales, que proceden de distintos deportes, gimnasias, danzas” (2010: 45). Es decir que el parkour, en su proceso de conformación, debió dialogar con otras disciplinas para llegar a consolidarse. Teniendo en cuenta su carácter dialógico, podemos decir que esta práctica no es estática sino que, por el contrario, se ve sometida a diversos procesos de cambio y transformación que ocurren dentro de un entramado social, anclado en espacios concretos.