La aparición de la noción de hombre en la historia de las ciencias, no es casual, también está determinado por cambios epistémicos. Ese conjunto de configuraciones que dan lugar al modo de ser de las masculinidades – signado por un único destino posible: el HOMBRE (con H mayúscula)- constituye un sistema de interpretación que condiciona los modos de entender el mundo y aprehenderlo en un tiempo determinado. Pero ¿qué sucede con las masculinidades disidentes de aquel orden macho? ¿Existen? ¿Hay posibilidad de existencia en un sistema que se nos aparece como acabado? ¿Son los estatutos de la masculinidad hegemónica los que establecen los registros de normalidad y todas las demás formas de sexualidad como alternativas “aceptadas”?