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El auge de la teleinformática en sus formas más conocidas: la informática y las telecomunicaciones, impusieron el tráfico y circulación veloz de documentos notariales, civiles, comerciales y de cualquier otra naturaleza, sumado a ello, el cambio de hábitos laborales que imponen el trabajo domiciliario en varios días de la semana. La evolución tecnológica de los últimos años en el campo electrónico y digital, ha transformado la industria, el comercio, el sector servicios y doméstico, dando existencia cada vez más a una demanda mayor de las transacciones ante la necesidad de interactuar por intermedio de redes de computadoras. El término “firma digital” nace de una oferta tecnológica para acercar la firma manuscrita (ológrafa) a lo que se llama el trabajo en redes o ciberespacio que garantiza los trámites hechos en Internet. Este concepto de firma digital fue introducido por Diffie y Hellman en 1976 básicamente como una aplicación tecnológica de la criptografía asimétrica planteada como un conjunto de datos asociados a un mensaje que permite asegurar la identidad del firmante y la integridad del mensaje. La criptografía de clave pública ha sido ampliamente reconocida como una tecnología fundamental sobre la cual pueden construirse varios servicios básicos de seguridad, dado así, en 1988 comenzando conjuntamente con el estándar x.500 se adopta por parte las industrias el estándar x.509 que consiste en la aplicación de los conceptos anteriores implementados con el nombre de infraestructura de clave pública (PKI, Public Key Infrastructure), donde la objeción principal encuentra asidero respaldatorio en entidades/empresas certificadoras privadas y/o organismos públicos licenciados y respaldados por la ley 25.506 y normas complementarias [73] que impiden el delito de falsificación de los certificados digitales. Así la misma, queda equiparada a la firma de puño y letra. Los principales esfuerzos de los últimos años se han concentrado en el problema de asignar de forma segura nombres a claves, de hecho, la comunidad científica ha ido progresivamente adoptando el uso de sistemas basados en la arquitectura de certificados digitales con el fin de proporcionar servicios de seguridad a los sistemas distribuidos, los cuales dependen de la existencia de un método centralizado y jerárquico para converger en la seguridad y fiabilidad en cuanto a gestión de claves públicas. Toda esta misma problemática se traspola a la gestión del comercio electrónico confiable y seguro, donde en el modelo inicial se requería de una tercera entidad (un banco) la cual debía emitir divisa electrónica a los diferentes usuarios. A principios del año 2009, Satoshi Nakamoto crea Bitcoin: una tecnología peer-to-peer para operar sin una autoridad central o bancos; la gestión de las transacciones y la emisión de moneda electrónica es llevada a cabo de forma colectiva por la red. Este modelo innovador combina varios conceptos desarrollados por las propuestas iniciales de la arquitectura de funcionamiento del dinero electrónico, para lograr un sistema completamente descentralizado. A diferencia de la mayoría de las monedas, el funcionamiento de Bitcoin no depende de una institución central, sino de una base de datos distribuida y sincronizada llamada blockchain donde las transacciones se identifican y ordenan secuencialmente e impidiendo su modificación. El software ideado por Nakamoto emplea la criptografía asimétrica para proveer funciones de seguridad básicas, tales como la garantía de que los bitcoins solo puedan ser gastados por su dueño, y nunca más de una vez. El objetivo de esta tesis es llevar a cabo y aplicar a la arquitectura de certificados digitales o infraestructura de clave pública lo que allá en el 2009 logró exitosamente Satoshi Nakamoto, un rediseño, reingeniería y cambio de paradigma en el comercio electrónico, de una arquitectura centralizada y jerárquica a una completamente descentralizada por medio de su innovación tecnológica llamada blockchain o cadena de bloques.