De forma cotidiana, los trabajadores deben soportar las condiciones de trabajo propias de su puesto, sobrellevar distintos riesgos del medio ambiente de trabajo, hacer frente a exigencias físicas (esfuerzos, gestos, posturas) y, asimismo, poner en acción toda una serie de habilidades psíquicas y mentales mientras realizan su actividad. Todos estos aspectos constituyen fuentes de fatiga y, en muchos casos de desgaste y sufrimiento, causando daños o efectos adversos sobre su salud. Lo destacado del actual contexto socioeconómico es que, debido al cambio de los sistemas productivos, al desarrollo científico y tecnológico y a la expansión de las actividades no manuales, el trabajo implica en proporción cada vez menos carga física de trabajo y una creciente exigencia de esfuerzos psíquicos y mentales.