La pasión puede ser el impulso que nos lleve tanto al desvelamiento de lo desconocido como también a un enceguecimiento. En la política, la pasión encuentra su objeto de amor en la apuesta de la construcción de un nosotros que alcance emancipaciones para la igualdad y la libertad. De algún modo, la politización que generó el kirchnerismo alimentó el deseo de participación, formación y militancia. Al respecto, tanto propios como ajenos transformaron sus subjetividades ante la articulación y el antagonismo, con tal potencia que ya no seremos los mismos.
Desde este plano, hay una identidad colectiva que se relata, se refuerza e intenta canalizarse, pero ante la fragmentación y la contrapartida de la agresividad del neoliberalismo, es necesario preguntarse ¿quién enuncia esa identidad? Hay un sector de la militancia nacional y popular que representa el 30 por ciento del electorado y opta por CFK, el FPV-K, sin dudar ni un momento y muchas veces en lugar de ampliar el movimiento y recuperar votos, son, lisa y llanamente, “cueveros”. Esta denominación no intenta descalificar, sino marcarles un llamado de atención acerca de qué estamos haciendo para forjar un regreso a la administración de gobierno.