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En este trabajo me propongo indagar en los modos como Pedro Lemebel, en tres de sus libros de crónicas (Loco afán. Crónicas de Sidario, De perlas y cicatrices y Serenata cafiola), refiere al pasado dictatorial de Chile. La evocación de espacios y cuerpos en los que los años de represión dejaron sus marcas a modo de escrituras, el sida como enfermedad real y como metáfora de la dictadura, y la música popular con su despliegue de voces, son, en las crónicas de Lemebel, tres puertas por las que el escritor se aventura, para reconstruir una memoria que es a la vez colectiva y profundamente personal. A partir de un detalle concreto, de una cicatriz, una voz, una foto, o la historia de una vida, Lemebel encuentra los vestigios que le permiten no sólo reconstruir el pasado atravesado por la violencia sino también recuperar su dimensión más vitalmente cotidiana. El homenaje a víctimas de la dictadura, a su propia madre o a las locas amigas que sucumbieron al sida, la referencia a programas de televisión, cantantes de moda, letras de canciones, rincones de la ciudad, publicidades, configuran una heterogeneidad de asuntos y temas que encuentra su punto de confluencia en la configuración de un tono a partir de la tensión entre la ternura –matizada en ocasiones con cierto humor macabro– y la distancia irónica, que no abandona el matiz afectivo. En las crónicas de Lemebel el pasado chileno dictatorial es reconstruido y recordado desde la subjetividad del cronista que se manifiesta con distintos grados de cercanía, y podemos decir que este tono personal se intensifica en las crónicas más recientes. En efecto, en De perlas y cicatrices, podemos observar una tendencia al uso de la tercera persona que alterna con la primera del singular o plural; en Loco afán, hay un predominio de una primera persona del plural que si bien tiene un contenido biográfico, se incluye en un colectivo, en un “nosotras” que refiere a la identidad homosexual y travesti y a sus lazos de solidaridad identitaria. En cambio en Serenata cafiola, el predominio corresponde a la primera persona del singular, a un yo que se erige en la lente a través de la cual aparecen los trazos del pasado con un sesgo biográfico y un tono más elegíaco, enmarcado en el homenaje a su madre que abre y cierra el libro. La dictadura –con sus proyecciones en la utopía neoliberal– sigue siendo un tema muy importante en estas crónicas pero el tono combativo tiende a aplacarse, y la mirada del cronista es capaz, entre otras cosas, de añorar la inocencia de otros tiempos, de encontrar matices insospechadamente tiernos, humanos, privados o íntimos en personajes más vinculados con posturas conservadoras. Y, sin embargo, no deja de quedar clara su posición militante (homosexual y de izquierda) e incluso combativa, aunque el tono ya no lo sea tanto. Algo similar podemos decir en relación con los ejes temáticos de cada uno de estos libros de crónicas: en De perlas y cicatrices, los espacios urbanos con todas sus proyecciones (los cuerpos, los interiores de las casas, los medios de comunicación de masas) constituyen la puerta de entrada para trazar líneas entre las prácticas hegemónicas y las contrahegemónicas, entre las lecturas oficiales y las lecturas que son capaces de desmontar la trama del poder, entre los no lugares asépticos que borran y anestesian el pasado y aquellos lugares (espacios físicos pero también cuerpos humanos) donde han quedado grabadas las cicatrices de la historia. En Loco afán el eje temático es la ciudad sitiada por el SIDA, como plaga que la dictadura y los sectores conservadores hicieron funcional a sus fines y como problema social. En cambio, en Serenata cafiola, el eje temático es la música producida y reproducida por las voces populares, con un énfasis notable en las canciones que acompañaron la infancia y la adolescencia de Lemebel, lo cual le permite bucear en una época de dolores, terrores y censuras pero también rescatar momentos irrepetibles de inocencia, descubrimiento y felicidad.