En tiempos de posverdad y de identidades con filtros, la lógica de interpelación electoral parece especializarse en el manejo de las expectativas. Ante el anuncio de aumentos en servicios básicos y su inevitable impacto en los precios, la alianza electoral Cambiemos apuesta por una narrativa del miedo, corporizado en la figura del terrorismo, que enlaza gestos, hechos y decisiones en clave despolitizadora. En ese sentido, resulta notable el viraje hacia el discurso del miedo en vistas a las elecciones de octubre que no deja de endurecerse. Con la complicidad mediática -o el cogobierno- el miedo se postula como el ritmo para gobernar y ganar las elecciones. A partir de la instauración de un entorno de suspenso y suspicacia extrema, la exageración de las escenas de conflicto y las posibles situaciones críticas que podría padecer la sociedad se incrementan.