En un universo de informaciones dispares, falsas noticias, sobre-dimensiones y opacidades en los datos de relevancia, Cambiemos despliega un tono muy específico en su comunicación. No trabaja en una zona de azar, ni tampoco evalúa intempestivamente la divulgación de sus propios sucesos. Su funcionalidad es más bien premeditada y ajustada a los ensayos.
Desde este plano, el gobierno desarrolla una estructura de puesta en común, articulada por variables y posibilidades -los Focus Group y las mediciones internas, por ejemplo- que devienen finalmente en exposiciones mediadas por el discurso de la información y amplificadas por las redes sociales -Facebook, Twitter, Instagram-, más allá de la consideración coordinada de los ministros y los militantes.
Esta escena, de pleno ejercicio comunicacional y traslado de conceptualizaciones en tiempos neoliberales, es presentada, sin embargo, de un modo simple y llano, y de una manera sintética que guarda relación con la lógica de la sinopsis y la distribución de palabras clave. Por esta razón, la gestión macrista logra resumir en aspectos breves sus políticas y disfrazar así sus intenciones con la contribución mediática -que disemina, resguarda o puntualiza según las solicitudes de un programa de mercado-.